La naturaleza de las relaciones también cambia

burningman2014

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La dificultad de adaptación al cambio es mayor cuando el cambio afecta a varias dimensiones a la vez. En los últimos años se está produciendo la mayor revolución tecnológica de la historia de la humanidad, pero además se está produciendo un cambio menos visible y todavía más importante:

estamos tan interconectados, que se empieza a diluir nuestra individualidad en favor de un ente superior colectivo.

Las redes sociales y la evolución de los móviles han permitido la conexión permanente entre los seres humanos. Ya no estamos solos ni un instante: lo compartimos todo, y en el momento. Natalia se hace una foto en el vestidor, frente al espejo, con el vestido que se está probando, y la envía a su mejor amiga o a su novio, para que le confirme que “le queda bien, el color es bonito, y es una compra acertada”. Javier envía un whatsapp a su hermana para decirle que está a punto de entrar a la entrevista de selección, y que “está un poco nervioso, pero confía en sus posibilidades”. Hugo twittea que acaba de conseguir las entradas para el concierto sorpresa de Rolling Stones “100 años sobre el escenario”.

reconocimiento

El sentimiento de acompañamiento, de pertenencia a un colectivo, es mayor que nunca. Pero ese sentimiento también produce una necesidad de reafirmación de la propia existencia: que la vida de uno, no es irrelevante o innecesaria.

 Está cambiando la percepción del self.

Este sentimiento produce manifestaciones visibles como el fenómeno de los selfies, que se han trivializado, pero que son una respuesta superficial a una necesidad profunda: La de ser reconocidos como individuos, la legitimación de la propia existencia.

Descartes construyó el racionalismo, la interpretación del entorno a partir de una realidad incuestionable “Je pense, donc je suis“: “pienso, luego existo”. Pero 400 años después, pensar ya no es suficiente para que tengamos la certeza de que existimos. Nos estamos, casi literalmente, fundiendo en el magma de la colectividad, y por eso necesitamos que el entorno nos defina con su mirada, nos dé un lugar mediante el reconocimiento.

Venimos de siglos en los que las relaciones se han definido sobre todo por las transacciones: “qué saco yo de esto”. Pero en un mundo en el que poseer o cambiar es tan fácil, la transacción pierde valor definitorio en las relaciones.

Las redes sociales, la conectividad, están permitiendo espacios de participación, de colaboración y de intercambio, donde lo importante no es lo que se da o lo que se recibe (la transacción), sino la posibilidad de aportar algo propio a las relaciones, y recibir el reconocimiento: “me ven, luego existo”.

El éxito de iniciativas como airbnb o Uber pasa, en gran medida, por este fenómeno. Hay transacciones, sin duda, pero las relaciones que se establecen son mucho más que transaccionales, y los que participan, son mucho más que proveedores y clientes: hay un conocimiento y un reconocimiento del otro. Por eso las experiencias resultan mucho más enriquecedoras y satisfactorias.

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